sábado, 30 de agosto de 2008

POR DONDE VIAJAN LAS ESTRELLAS


Puedes estar bien con los demás, pero es importante saber cuán bien estás en soledad.

Puedes querer manejar la vida de los demás, pero sólo si has sabido manejar la tuya desde la comprensión y la aceptación de tus errores y fracasos, comprenderás que ya no quieres manejar a los otros.

Nada vale por sí mismo, todo tiene un valor que está dado desde nuestras necesidades, deseos y aspiraciones, pero solo cuando hemos aprendido a mirar con los ojos del alma, todas las cosas y gente revelan que su valor está ligado al nuestro.

La felicidad no es eterna, aunque eterna es, ciertamente, la posibilidad de ser felices.

La felicidad no se compra ni se vende, pero siempre habrá un motivo para dar felicidad y recibirla en el camino.

Somos seres sociales, por lo tanto somos el producto de la relación entre hombres y mujeres que nos desearon para su felicidad de tal forma que hoy podemos tener nuestro legítimo intento, de repetir aquella hazaña, de encender una luz.

Amamos nuestra libertad sin embargo la perdemos a causa de querer encadenar a los demás a nuestro corazón. Nadie tiene a las nubes atadas con cadenas.

El amor no es vivir el uno para el otro, sino vivir para compartir la maravillosa experiencia de estar vivos y encontrar en cada tiempo la esencia que perfuma a la existencia con distintos matices y darle a la vida algo de lo que ella nos dió.

Para amar no necesitas más que disponer lo mejor de tu alma en el precioso jardín de los sueños del otro y saber que cada ilusión ajena es tan respetable como cualquiera que florezca en ti.

No busques que los demás te hagan felíz, comienza por amar, respetar y compartir lo que te han dado, luego sabrás cómo amar, respetar y compartir con el otro el mundo de los sueños con sus cielos luminosos y aún con los oscuros, entonces podrás pintar en la realidad de todos los días, un nuevo horizonte por donde viajan estrellas.

© Miguel Ángel Arcel